Recuperar la memoria histórica implica hacer participe a la ciudadanía de su papel en la construcción y preservación de la misma. En el caso de Miranda de Ebro y su campo de concentración la memoria reciente se ha elaborado en base a una serie de “olvidos” que han propiciado un distanciamiento con la realidad histórica.
Memoria es un término que atravesaría muchos de los campos de estudio y reivindicación más importantes de la segunda mitad del pasado siglo. Frente a la visión de la memoria y el recuerdo como un espacio de “verdad”, vinculado tanto al documento como a la conmemoración y el monumento, se planteó un cuestionamiento crítico desde ámbitos tan diversos como los discursos decoloniales, los estudios feministas o, en el momento que incorporan las subjetividades, las reivindicaciones ecológicas.
La ruptura con un discurso histórico “objetivo”, único y dominante evidencia la necesidad de plantear lo que Haraway denomina “conocimientos situados”, que asuman y visibilicen su construcción subjetiva y del “orden del discurso”. Este tipo de relatos que comienzan a poner en valor lo “micro” y operan desde los fragmentario. Sobre todo si la narración esta atravesada por el trauma.
La reivindicación no sólo planteó una ruptura con el discurso hegemónico y con el tipo de narración -efecto de verosimilitud- sino con la inclusión de subjetividades, voces y eventos que tradicionalmente habían sido excluidos de los relatos oficiales potenciando así lecturas polifónicas.